Ninguna lectura es plenamente objetiva; sin embargo, es posible alcanzar algo parecido tomando en cuenta la mayor cantidad de factores posibles y poniéndonos límites respecto a aquellos que se encuentran fuera de nuestro alcance.

Los conglomerados políticos tradicionales, todos en cierta medida, han cometido el error de confiar en métodos estadísticos e indicadores abstractos para medir sus actividades, han hecho gala de la soberbia que implica sentirse parte de un conglomerado donde coexiste una diversidad de personas que mantiene una lógica de trabajo evangelizadora que consiste principalmente en predicar verdades usando como herramientas la historia reciente, la experiencia, el sentido práctico y una cierta mirada global.

En gran parte del mundo se ha instalado la idea del comunismo casi como un demonio: enemigos de las libertades individuales, del crecimiento económico, de la libertad de expresión, lavadores de cerebros y adictos al poder. Ejemplos como el fracaso de la URSS, la supuesta incapacidad de la Unidad Popular para generar eficiencia económica, y otros más recientes como el desabastecimiento de Venezuela, la creciente migración hacia nuestras tierras son constantemente esgrimidos como argumentos para asustar a la gran mayoría de la población que se enorgullece de su apoliticismo y que abomina de una casta que percibe como oportunista y con el talento de arreglárselas siempre de responder a todo con más ingenio que sentido común.

Pero silenciosamente, mucha de esa gente trabajadora está volviendo a hacer política: se reúnen periódicamente, comparten visiones, discuten y opinan, bajo el alero de una junta de vecinos, de un centro cultural, unidos desde el abandono ante las periódicas catástrofes que nuestro país sufre constantemente tanto por su condición sísmica como por la incapacidad de generar estrategias sustentables de desarrollo a largo plazo, que han hecho colapsar nuestras ciudades y agotan nuestros recursos naturales. Sentido práctico, solución de problemáticas endémicas con recursos limitados y sin esperar necesariamente un premio han logrado generar orgánicas programáticas y candidaturas que ponen en jaque a las coaliciones tradicionales que siguen romantizando la experiencia de sus largas trayectorias y se sienten con la visión y las herramientas de predecir, aún cuando desde el 2019 han sido incapaces de ver venir todo lo que ha sucedido y seguirá sucediendo en los próximos meses.

No tengo la menor idea quién es la mejor carta para la presidencia, pero probablemente no sea ninguna de las que siguen jugando a esa especie de juego de tronos burdo que es sustentado por los medios de comunicación tradicionales.

El futuro es incierto en muchos sentidos, pero el presente que nos queda está sobrecargado de información. El llamado es a habitarla.

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