Abril 25, 2024

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EL FOTÓGRAFO Capítulo 3 - Por Katha Morgan

Después de confirmar mi asistencia a la prueba de cámara, me empecé a poner nerviosa así que no comí nada el día martes, pura agua, así no engordo ni me hincho para las fotos, ni un pito me fumé, así que igual andaba más neurótica que de costumbre.

Estuve toda la tarde nerviosa, dándome vueltas dentro de la casa, escuchando música pero impaciente. Anoche no dormí nada prácticamente, imaginaba puras escenas horribles en mi mente, un escenario tras otro de la mejor película de horror donde un asesino en serie mata a todos los personajes y lo peor, es que todos era yo.

Me dolía el estómago de los nervios, sin embargo, me preparé para salir. Me puse hielo en las bolsas de los ojos y me duché dos veces, me lavé super bien el pelo y sólo usé el jabón neutro que pidieron. Arreglé la ropa que llevaría. Pedí un Uber porque no quería siquiera sudar, dejé mi teléfono en silencio y el WhatsApp se me llenaba de mensajes sin responder, pero no quería que alguno de ellos me disuadiera de ir. Llegué allá antes de la hora, como veinte minutos antes, eso para mí es demasiado, me encanta que me esperen además parecía disfrazada. No iba con jean negro y polera con escote como siempre, mucho menos llevaba mi amada chaqueta de cuero; estaba envuelta en un diminuto vestido rojo, con tacones del mismo color, un rojo fuerte: “rojo maraca intenso” como dice la Maca; sin joyas, porque no tengo y sin perfume, ni crema, ni maquillaje, apenas si me coloqué desodorante pero de ese sin olor. Estaba en la calle aún y miraba hacia arriba preguntándome cuál de esas ventanas sería la de mi asesino.

El lugar era típico del centro, un edificio antiguo, paredes color grisáceo de esmog, lúgubre y con ese olor característico que tienen como a viejo. Había un hombre anciano en la entrada, detrás de un mesón pequeño y me preguntó a dónde iba apenas me vio acercarme y luego me indicó el ascensor. Era todo muy viejo, un ascensor antiguo de esos con puerta de madera y otra de reja plegable, los botones eran de plástico y había que hundirlos para marcar el piso, cabían apenas dos personas en el cubículo, pero subí sola. Apreté el 4 hasta que se quedó adentro el botón y me dio un poco de susto cuando comenzó a subir el ascensor porque hacía mucho ruido. Ya estaba oscureciendo sobre la ciudad y me sentía estúpida por ir a propósito a lo que podría ser mi muerte. Llegué al cuarto piso y descendí del ascensor con dificultad, ya que la puerta pesaba mucho. Caminé por el pasillo buscando la puerta número 402 y finalmente toqué el timbre; de bronce con un botón diminuto que se presionaba. Me temblaban las rodillas y seguía preguntándome por qué estaba ahí. Abrió la puerta la misma mujer gangosa del teléfono y ni siquiera me habló, me miró y me dejó pasar. Se dirigió solamente al fotógrafo.

—Llegó la cita de hoy, yo ya tengo que irme —le dijo.

Él, sentado en su escritorio mirando unas fotografías apenas le levantó el dedo pulgar y ella tomó un morral colgado junto a la puerta y salió. Me quedé parada cerca de la puerta mirándolo todo, ahora sí que estaba nerviosa y de verdad me sentía asustada. Era un departamento pero no estaba amoblado como tal. Había un telón blanco en una pared, con un par de cámaras en trípodes frente a él y algo así como paraguas junto a ellas. El resto estaba obscuro, había dos puertas y se divisaban las siluetas de un par de sofás y un mueble lleno de libros cerca de mí. El fotógrafo estaba aún sentado frente a su escritorio mirando las fotos bajo la luz de una lámpara muy brillante. Me quedé mirando algunos títulos de los libros y estaba todo en inglés, así que no caché nada. Estaban ordenados evidentemente de la A a la Z…de pronto me asustó el grito de un hombre, que no era el fotógrafo.

—hola linda ¿tú eres la cita de hoy? —preguntó.

—eee, sí, supongo —le respondí dudando. 

—ven, acércate a la luz —me pidió. Mientras encendía las luces que salían de los paraguas hacía el telón. Me tomó la mano derecha y caminó hacia la luz. Yo lo seguí, caminando lento, mirándolo a los ojos, era muy guapo, alto, musculoso, mirada tierna, unos labios que invitaban un beso, ojos cafés, pelo negro, piel tostada y un enorme y redondo trasero que daban ganas de apretar, era rico el loco, pero su voz era más bien femenina. Cuando llegué a su lado bajo la luz me abrazó fuerte y me dio un beso en la boca, con lengüetazo y todo. Quedé pa’ la cagá, pero también  me gustó, me subió el calorcito bien rápido. Me tomó de la mano de nuevo y me llevó junto al fotógrafo. El loco se parecía mucho al Andy, nunca me dijo que eran gemelos, era igual, igual de rico también. Se puso de pie y caminó hacia mí, me miró de pies a cabeza y sin avisar me tomó de un hombro y me hizo girar. Volteé muy despacio y me apretó un cachete del culo bien fuerte, como quien tasa la fruta en la feria, yo no supe reaccionar y me quedé en silencio. Este gueón creerá que soy una palta —pensé. Volví a quedar mirándolo de frente y me dijo: te ves bien y sólo hueles a ti misma, eso me agrada, ¿cómo te sientes? —preguntó. Bien —le respondí sin saber si era verdad o no, me dolía la guata y estaba entre nerviosa y excitada, pero no quería irme. Las fotografías habían pasado a segundo plano, ya ni pensaba a qué había venido aquí.

Ahora estaba sola con dos hombres desconocidos, en un lugar desconocido, con sensaciones desconocidas. En fracción de segundos me pasé muchos rollos, pero no atinaba a preguntar nada. El fotógrafo me miró a los ojos, sujetó mi cara con ambas manos y me besó en los labios de una manera súper caliente. Ahora sí que estaba perdida, ¿qué onda este parcito?

Colócate frente al telón —me ordenó y yo lo hice, mientras le decía con una voz muy pequeña. Es mi primera vez, no cacho nada de fotos, nunca he estado en una sesión de fotos y la verdad no sé si lo haga bien porque…. —me interrumpió con una fea mirada, serio, muy serio. Me asusté y guardé silencio. 

El otro tipo se me acercó con su carita tierna. Bueno si viniste hasta acá es porque quieres aprender así que está bien, no te preocupes de nada, primero te voy a maquillar y luego le damos con todo, yo te voy diciendo qué hacer —me dijo con su dulce voz de nena. Yo asentí con la cabeza y cerré mis ojos porque comenzó a pasar sus dedos y el pincel de maquillaje por mi rostro. Cada vez que me pasaba el pincel por los pómulos con su antebrazo rosaba mis pechos y me excitaba más, se rio cuando sintió mis pezones duros y yo sentí que me puse colorada por su risa. Listo, nada mejor que el rubor natural —dijo y se salió del set dejándome sola frente a las cámaras y luces. Me acomodé en el centro del espacio iluminado y empecé a sentir calor con la luces, el fotógrafo me preguntó si estaba lista y le dije sí. Por un momento todo lo que había ensayado frente al espejo se me fue a la cresta, ¡olvidé todo! Tomé aire profundo para concentrarme y comencé por mirar la cámara que sostenía en sus manos y los flashes empezaron a dispararse contra mí. Al cabo de unos segundos me creí la raja y pensé —Esto es pa’ mí— luego miré hacia arriba y a lo lejos, tal como lo ensayé frente a mi espejo, hacía caras, hasta me mordí un dedo mientras entrecerraba los ojos y las luces seguían tocándome. Miraba y admiraba los brazos musculosos del fotógrafo y más me motivaba a hacer poses. De pronto, y justo cuando ya me sentía cómoda se enderezó el fotógrafo y le hizo una seña a su asistente, el mijito rico tierno se acercó a mí con una bata y un collar de perlas largo. Ahora ponte esto —ordenó el hermano del Andy. Pero, ¿cómo? ¿Así encima del vestido? —pregunté mientras recibía la bata y las perlas y sentí su intensa mirada inquisidora sobre mí otra vez. 

—No linda, tienes que usar esto, sólo esto —me dijo amablemente el hombre guapo. Su voz me tranquilizaba tanto, pero igual entendí que me querían en pelota.

Me dio la bata y el collar, tomó mi mano y me llevó a un cuarto. Supongo que era el dormitorio del fotógrafo, porque había una cama de plaza y media, un velador, una cómoda, y más libros en inglés sobre un mueble muy viejo. Entramos y cerró la puerta por dentro. Se puso a mis espaldas y me bajó él mismo el cierre del vestido, me lo quitó hacía arriba y lo puso estirado cuidadosamente sobre la cama, luego me abrió con maestría en sostén y me lo quitó con suavidad, también lo dejó en la cama, mis pechos se sintieron libres y calientes, quería desesperadamente que me tocara; luego parado a mi espalda aún, me agarró por la cintura y bajó hasta la pelvis y metió su mano derecha en mi calzón, por delante, sintió mi humedad y besó mi cuello, eso me calentó tanto. Me quitó el calzón y lo lanzó a la cama junto con el resto de mi ropa, volvió a meter sus dedos en mí y yo sentía que iba a explotar de placer, con la otra mano sin dejar de tocarme me quitó el collar de la mano y me lo puso dándole una vuelta alrededor de mi cuello, el collar era tan largo que colgaba hasta mi entrepiernas y con las mismas perlas me rosaba el clítoris, su juego me tenía a mil y quería más, pero, él se detuvo, mirándome chupó sus dedos, los mismos que estuvieron dentro de mí y me colocó la bata de seda. Me dio un pañuelo de papel de una cajita sobre la cómoda. Límpiate un poco y sal. Déjate los tacones linda. —me pidió con su inconfundible ternura femenina. Toda la escena me desconcertó un poco pero obedecí.

KM

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Modificado por última vez en Lunes, 17 Mayo 2021 17:00
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
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