Marzo 29, 2024

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SEXO CON TU SOMBRA Capitulo 3 - Por Katha Morgan

Al volver del almuerzo Darío se encontró con la nota pegada a la puerta. La hoja de cuaderno estaba escrita con bolígrafo y con una desastrosa caligrafía, una letra bien fea en realidad, esto molestó de sobremanera a aquel detallista y obsesivo hombre, la repulsión sobre ese papel era evidente, lo quitó con asco de la puerta y antes de echarlo al basurero le dio otro vistazo por si era algo importante. Vio que estaba firmado por Lucía pero no se animaba a leerlo, la letra casi ilegible le desagradaba de sobremanera y solo quería retirarlo de su vista. Lo dejó en un cajón por si más adelante se animaba a saber qué era. Pasaron un par de horas y finalmente abrió el cajón. La repulsión que le provocaba la hoja rasgada y la letra fea era casi incomprensible, ese hombre flaco y extraño deseaba quemar ese papel y eliminar toda pista de él, pero al ver nuevamente la firma, pensó que si ese horrendo mensaje venía de parte de Lucía podría ser algo bueno así que finalmente se dispuso a leerlo:

“Hoy al salir de aquí ve a ponerte muy guapo, porque mi hermana te esperará en el restaurante
“La Pasta del gran Guido” (comida italiana) a las 9 en punto.
La pondré muy bonita para ti. Quiero que disfrute la cena y que la trates bien,
si no te las verás conmigo.”

Darío, resolvió leer la nota cuando ya era casi la hora de salida, así que saltó en un pie de alegría y sin ver a Lucía, sin preguntar nada, a las 6 en punto, corrió a su casa para arreglarse y verse lo mejor posible para su amada, es que para Darío la imagen lo era todo.

Por su parte, Lucía nunca le habló al bodeguero de las marcas en el rostro de su hermana, no era necesario creía, aunque sabía que eran marcas ineludibles, unas espantosas costuras que trataban de unir las partes de su rostro y le daban un aspecto monstruoso a la dulce Raquel.

 Esas horribles cicatrices eran producto de un terrible accidente de tránsito hace ya cuatro años, del cual sólo Raquel había sobrevivido. Lucía pensó que Darío la había visto y así le gustaba o por lo menos le interesaba puesto que él mismo era un tipo raro también, tan callado, tan meticuloso, tan detallista y ahora supuestamente, tan enamorado.

Al salir de la zapatería, la rubia se fue donde su hermana y le contó muy alegre que su pretendiente tan obsesionado le esperaría en el restaurante que estaba justo en la esquina de su casa, que debía ponerse bella e ir en busca del amor. Raquel se enojó mucho, a medida que se iba enterando del plan de su hermana se puso más y más furiosa, se sintió pasada a llevar en su intimidad e integridad, está bien, el hombre parecía guapo y le interesaba, pero era su propia decisión si saldría alguna vez con él o no. Raquel no era una chica muy ruidosa, no le hacía falta salir, bailar y festejar; por el contrario, después del accidente y la debida rehabilitación se había sumido en sí misma, no compartía con nadie y casi no salía de su habitación en casa de sus padres. No volvió a clases, no tenía más amigos, nadie la visitaba y hasta su hermana se había ido de casa. Estaba acostumbrada a su soledad. Su hermana non tenía derecho de quitarle ese poder. La pobre Lucía entendió su error y se disculpó mil veces, pero también trató por largo rato de convencerla de que podía ser bueno asistir y dejarse querer, que ella merecía una oportunidad en el amor.

- ¡Ya basta de ser tan tímida Raquel! – le gritó con evidente cariño en sus palabras. Calmándose y cambiando el tono de voz le dijo – Hermanita, sabes que te amo mucho y lo que te pasó no es tu culpa, no puedes quedarte encerrada toda la vida, no debes quedarte sola, necesitas conocer gente, tener un novio, y…

- Cállate Lucía, tú dices eso porque eres linda, tu rostro es como de una muñeca y tienes mucha personalidad. – la interrumpió.

- Raquel no seas injusta contigo misma, mereces salir y conocer personas nuevas, mereces que alguien te mire y vea más que estas cicatrices – le dijo mientras acariciaba su rostro. Raquel se echó a llorar.

Desde el accidente se encerró en casa con sus padres y en un principio ella misma no permitía visitas de nadie; sus amigos y el pretendiente de la universidad no insistieron mucho después de verle el rostro y después de unos meses ya nadie la visitaba, ni los parientes iban a su casa. La pobre chica se había vuelto muy retraída y hasta tímida, sólo hablaba con su hermana mayor, pero por teléfono ya que Lucía se había venido a la ciudad varios meses antes del accidente y a pesar de ello, no regresó.
 

Se abrazaron y lloraron juntas, Lucía le habló largo rato para convencerla de asistir a la “cita a ciegas” hasta que lo logró y la tímida Raquel se transformó en una hermosa mujer bien vestida para la ocasión, bien peinada y hasta maquillada de manera perfecta para gustarle a Darío sí o sí. Su hermana sabía de ropa y maquillaje, era linda y se sacaba partido, así que la preparó muy bien para la cita. Raquel se miró al espejo unas veinte veces y no se convencía del todo, finalmente aceptó la ropa, aunque un vestido tan entallado y de color rojo no era precisamente su estilo; también se dejó el maquillaje ya que hacía resaltar sus hermosos ojos, pero, se desarmó el bello peinado, se soltó su largo cabello rubio y trató de tapar su rostro lo más posible una vez más. Su hermana, aunque triste, no insistió más y la dejó. Pensaba, y en el fondo de su corazón así lo quería, que tal vez Darío podría interesarse de verdad en su hermanita al conocer su interior. Raquel además de tener un lindo físico es muy inteligente, culta e instruida en leyes, abandonó la carrera de derecho en el tercer año por culpa del maldito accidente; es sensible, tierna, muy apasionada por lo que le gusta, es sensual y femenina, adora los animales y los niños, suele ser romántica y cae el caso que este hombre decía que la encontraba perfecta, perfecta para él. Lucía dejó de contemplar a su hermana y le dio un beso tierno en la frente, la abrazó y calladas se sentaron frente al televisor esperando la hora; cuando fue tiempo, Raquel salió camino al restaurante de la esquina y Lucía hacia su casa.

Inexperta, Raquel no se hizo esperar y llegó puntualmente a la cita, aún faltaban cinco minutos para las nueve pero el galán no estaba, el mesero, sin dejar de mirarla con extrañeza, como quien mira una herida abierta y sangrante, la acomodó en la mesa reservada por su hermana y le ofreció un trago para esperar, pero ella no lo aceptó, su mente tejía la mala idea de que ese hombre que decía quererle se había arrepentido o estaba jugándole una maquiavélica broma. Una cita a ciegas, no podía ser tan mala, pero era claro que marcaría su vida para siempre de forma positiva o negativa. Habría evidentemente un antes y un después en este encuentro, pero no sabía aún si para bien o para mal. Pasaban lentamente los minutos y la chica se impacientaba, estaba abrumada, ya había pasado casi media hora esperando sola, la gente la miraba y comenzaba a murmurar, pero ella no resolvía irse, algo le impedía ponerse de pie, tenía algún tipo de esperanza en su corazón; se volteó por enésima vez hacia la puerta y de pronto vio entrar a un hombre delgado, vestido muy elegante con flores en la mano y pidiendo ayuda. Era Darío, no podía llegar solo a la mesa por un motivo muy particular. El mismo mesero que atendió a la chica lo condujo del brazo a la mesa, cuando llegó a su lado y tomó asiento pidiendo disculpas por el retraso, Raquel simplemente no lo podía creer, se quedó pasmada, sintió que un viento frío le soplaba en las orejas lo miró largamente y sólo guardó silencio.KM

 

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Modificado por última vez en Lunes, 17 Mayo 2021 17:01
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
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