Abril 20, 2024

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PRESENCIAS Capítulo 2 - Por Katha Morgan Destacado

PRESENCIAS Capítulo 2 - Por Katha Morgan Foto por freepic.diller - www.freepik.es

La vecina se llama Juana Romero y todos la conocen como la señora Juanita porque así le gusta a ella que le digan, es muy chismosa y en serio conoce la vida de todo el pueblo, aunque no creo que sepa de mi situación especial.

Cuando se fue mi amigo, ella vino a tocar mi puerta, sabía que yo estaba adentro, apenas si dejó sus bolsas en casa y salió para venir a verme. Le abrí sin más remedio, sabiendo que tendría que escuchar sus consejos y recomendaciones que no le pedí y que nunca nadie le pide pero ella siempre le da a todos. Y así fue. Abrí la puerta y me encontré con sus ancianos ojos inquisidores. Me saludó y entró a la casa sin pedir permiso, se instaló en una silla del comedor, puso sus manos con los dedos cruzados sobre la mesa, adoptando una posición como si se tratara de un tema de vida o muerte y comenzó diciendo con una voz muy severa, que mi madre se enteraría de esto indefectiblemente y que debía cuidarme para que la congregación no lo supiera. La miré feo y le dije con un tono evidentemente molesto: ¿Me puede explicar señora Juana, qué es de lo que no debe enterarse nadie? Aquí no ha pasado nada, si está tratando de armar algo con el joven de la iglesia que acaba de ver aquí, le cuento que él vino sólo a entregarme una información para este fin de semana y lo dejé pasar para ofrecerle agua por el calor que hace, sólo quise ser amable con mi prójimo; se la bebió y salió y lamentablemente usted nos vio en la puerta. No sé qué es lo que cree que vio o qué pasó aquí, pero yo no le voy a aguantar que me ponga en boca de nadie, ahora le pido que se vaya. Retírese de mi casa vieja chismosa.

—Qué te crees tú? Niñita malcriada, impropia e indecente y encima de eso grosera. Le voy a decir al padrecito que te debe dar un correctivo, a ti y a tu madre que no ha sabido hacer su trabajo enderezando una vida pecadora como la tuya.

—Por favor ¡Salga de mi casa señora! —le grité mientras le abría la puerta.

—No se te ocurra aparecerte por la iglesia niña sucia, todos se van a enterar de lo que haces mientras no está tu madre… —y salió dando un portazo.

A penas salió me puse a llorar de pura rabia que sentía y me eché en el sillón. De pronto sentí que las presencias se acercaron y me hicieron cariño, tocaron mi pelo y mi rostro hasta que me calmé y dejé de llorar. A veces son así, cariñosas. Al cabo de unos minutos, me sobresalté con los golpes que daban en mi puerta. Alguien desesperadamente llamaba a la puerta de mi casa golpeándola con fuerza. Me asomé por la ventana y vi que era el joven que vende verduras con un carrito en la plaza. Le abrí la puerta y me gritó de inmediato — ¿Puedes llamar a un médico o algo así? La soa Juanita está mal, algo le pasó. Me asomé a ver a la calle y la vecina estaba en el suelo, a dos metros de mi puerta, en la vereda y creo que no respiraba, estaba con la boca abierta y los ojos abiertos de par en par, con los brazos recogidos y tiesos como de susto.

Entré corriendo a mi casa y llamé al médico del pueblo, mi madre se preocupó de hacerme una lista con los números de emergencia y dejarla junto al teléfono, incluido el número de la vecina. El médico me atendió y dijo que vendría en seguida, llegó en menos de cinco minutos, este pueblo es muy chico y ese señor tiene vehículo. La revisó y dijo que debía llevarla al hospital. Usó mi teléfono y llamó a la policía. La patrulla llegó casi de inmediato como si no tuvieran nada más que hacer. Nos interrogaron al flaco de las verduras y a mí, yo me limité a decir que sólo llamé porque él me vino a avisar y que no tenía idea de nada, aunque en verdad no sabía qué le puede haber pasado a la vieja esa, no quería que sospecharan de mí por haber discutido con ella justo antes de caer al suelo. El verdulero dijo que venía pasando con su carrito rumbo a la plaza y la vio en tirada en el piso, se acercó a ver si podía ayudarla y la soa no respondió y por eso la dejó ahí de nuevo y golpeó mi puerta para pedir ayuda. Anotaron cada palabra que dijimos y se fueron.  

Mi mamá llegó al rato de su trabajo y le conté lo que pasó, sólo la parte de la vecina Juanita por supuesto y ella se preocupó mucho por su vecinita, en el preciso momento en que terminé mi relato, llamaron a la puerta otra vez, era la policía. Mi corazón se aceleró, tuve miedo, extrañamente sentía culpa por lo ocurrido, aunque no supiera nada y no hubiese hecho nada.

Resulta que la vecina murió, el médico dijo paro cardiaco, pero al cabo de un rato la camilla se llenó de sangre y al revisar el cadáver tenía abierto el cráneo. La policía pensó que fue producto de la caída y venían a avisarnos porque sabían que yo había ayudado para socorrerla. Que considerado oficial, pensé. Le agradecimos y cerramos la puerta. Tanto mi madre como yo estábamos impactadas por la noticia, nos quedamos en silencio por largo rato sentadas en el comedor, hasta que me decidí a ir a la cocina a preparar algo para comer para ambas, ya era tarde. Entré a la cocina como arrastrando los pies, sin ánimos y comencé a preparar unos sándwiches. Por debajo de mi falda, las presencias comenzaron a acariciar mi entrepierna y esta vez no los dejé. Cerré las piernas bien fuerte y les dije en voz alta: no, esta noche no, algo grave ha pasado. Luego seguí en mi faena cortando el pan frente al mesón y sentí como acomodaban mi cabello, y luego una voz que me susurró al oído: nosotros fuimos.

KM.

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Modificado por última vez en Domingo, 13 Junio 2021 22:42
Katha Morgan

Rockera de corazón. 
De profesión docente y actriz.
De oficio escritora, locutora y productora radial.
Siempre ligada a las artes.

satiraradio.wixsite.com/website
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